martes, 23 de agosto de 2016

Creación I

Cuando estaba en la misión, me gustaba preguntarle a las personas cuál es su parte favorita de la Creación. Muchos decían las flores, el mar, las estrellas, los animales… Las repuestas eran siempre diferentes, pero en todas se manifestaba el agradecimiento al Padre y a Jesucristo porque, pudiendo formar un lugar práctico y casi vacío, crearon un lugar hermoso a fin de que viniéramos a ser probados.

Con las mismas manos que formaron el cuerpo de Adán y Eva, formaron a las criaturas más diversas, una vegetación increíble, pero lo más asombroso es que todo se creó en total equilibrio. Cada ser es necesario y beneficioso para su ambiente. Lamentablemente fuimos nosotros, Sus hijos, los que deliberadamente decidimos romper todo equilibrio, abusar de los recursos y de los demás seres vivos. No podría haber prueba más grande de ingratitud.

Se imaginan que un ser amado dedique tiempo, invierta sus talentos y habilidades para crearnos un regalo hermoso y nosotros lo destrocemos y lo tiremos a la basura? Dudo que alguien hiciera algo tan cruel, pero sin embargo lo hacemos a diario con las creaciones de Nuestro Padre Celestial.

En la Biblia nos dice que el Padre les dijo a Adán y Eva que “señorearan” sobre la creación. La palabra señorear se sustituyó en la última versión de la Biblia por la palabra “dominio”. Sin embargo la primera me gusta más, ya que me recuerda a la relación que “El Señor” tiene con nosotros. La palabra dominio es, obviamente aplicable: nuestras vidas le pertenecen (Mosíah 4:22), ciertamente tiene dominio sobre nosotros y lo que nos rodea, podría desaparecer todo lo que conocemos, pero elige no hacerlo. Elige ser compasivo y misericordioso.

Como hablaba en una publicación anterior, el buen uso del albedrío radica en saber que se puede hacer el mal, pero elegir no hacerlo. Nosotros, como hijos de Dios, tenemos la potestad de causar daño a nuestro entorno y a otros seres vivos. Y lo hacemos. Porque podemos, lo hacemos; no mostramos compasión por otros seres vivos, abusamos de los recursos, nos excedemos, ejercemos injusto dominio…

Es una pena que pudiendo ser como el Señor, elegimos ser como Satanás y destruir aquello de lo que podríamos cuidar. (D.yC. 50:4).

En marzo del año 1918, la superintendencia general de la Escuela Dominical Deseret, conformada por el presidente Joseph F. Smith, Presidente de la Iglesia, y los élderes David O. McKay y Stephen L. Richards, miembros del Consejo de los Doce, expresaron en un editorial publicado en el Juvenile Instructor: "La naturaleza nos ayuda a ver y comprender a Dios; con todas sus creaciones tenemos un compromiso de servicio y profunda admiración.' (...) el amor por la naturaleza va unido al amor por Dios" (...)"los hombres aprenden más fácilmente relacionándose con todos los aspectos de la creación que en el aislamiento de los intereses humanos" (Pág. 183)".

Sé que somos hijos de Dios, que heredamos de Él un potencial divino, pero sobe todo, la capacidad de ser misericordiosos con lo que nos rodea. Sé que cada ser vivo, cada aspecto de la Creación fueron planeados y creados con amor y dedicación y que de nosotros depende cuidarlos y ser con ellos, tal como el Señor es con nosotros. En el nombre de Jesucristo. Amén.






Leer también Creación II - V







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