Cuando estaba en la misión, me
gustaba preguntarle a las personas cuál es su parte favorita de la Creación.
Muchos decían las flores, el mar, las estrellas, los animales… Las repuestas
eran siempre diferentes, pero en todas se manifestaba el agradecimiento al
Padre y a Jesucristo porque, pudiendo formar un lugar práctico y casi vacío,
crearon un lugar hermoso a fin de que viniéramos a ser probados.
Con las mismas manos que formaron
el cuerpo de Adán y Eva, formaron a las criaturas más diversas, una vegetación
increíble, pero lo más asombroso es que todo se creó en total equilibrio. Cada ser es necesario y
beneficioso para su ambiente. Lamentablemente fuimos nosotros, Sus hijos, los
que deliberadamente decidimos romper todo equilibrio, abusar de los recursos y
de los demás seres vivos. No podría haber prueba más grande de ingratitud.
Se imaginan que un ser amado
dedique tiempo, invierta sus talentos y habilidades para crearnos un regalo
hermoso y nosotros lo destrocemos y lo tiremos a la basura? Dudo que alguien
hiciera algo tan cruel, pero sin embargo lo hacemos a diario con las creaciones
de Nuestro Padre Celestial.
En la Biblia nos dice que el
Padre les dijo a Adán y Eva que “señorearan” sobre la creación. La palabra
señorear se sustituyó en la última versión de la Biblia por la palabra
“dominio”. Sin embargo la primera me gusta más, ya que me recuerda a la
relación que “El Señor” tiene con nosotros. La palabra dominio es, obviamente
aplicable: nuestras vidas le pertenecen (Mosíah 4:22), ciertamente tiene
dominio sobre nosotros y lo que nos rodea, podría desaparecer todo lo que
conocemos, pero elige no hacerlo. Elige ser compasivo y misericordioso.
Como hablaba en una publicación
anterior, el buen uso del albedrío radica en saber que se puede hacer el mal,
pero elegir no hacerlo. Nosotros, como hijos de Dios, tenemos la potestad de
causar daño a nuestro entorno y a otros seres vivos. Y lo hacemos. Porque
podemos, lo hacemos; no mostramos compasión por otros seres vivos, abusamos de
los recursos, nos excedemos, ejercemos injusto dominio…
Es una pena que pudiendo ser como
el Señor, elegimos ser como Satanás y destruir aquello de lo que podríamos
cuidar. (D.yC. 50:4).
Sé que somos hijos de Dios, que heredamos de Él un potencial divino, pero sobe todo, la capacidad de ser misericordiosos con lo que nos rodea. Sé que cada ser vivo, cada aspecto de la Creación fueron planeados y creados con amor y dedicación y que de nosotros depende cuidarlos y ser con ellos, tal como el Señor es con nosotros. En el nombre de Jesucristo. Amén.
Leer también Creación II - V
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